lunes

Mi vida después de Audrey Hepburn

Hará unos años que empecé a ver el cine de un modo diferente. Verdaderamente durante lo que podríamos considerar mi adolescencia en plena efervescencia, a penas veía películas, lo justo y lo necesario; las que echaban el sábado por la tarde en antena3 o los súper estrenos de cartelera. Es bastante triste pero no recuerdo cuándo me empezó a apasionar el séptimo arte de golpe y porrazo, pasando de ser una última opción al aburrimiento a una excusa suficientemente importante como para no salir de casa o no dormir hasta la salida del sol.Pero, a pesar de no recordar cuando, recuerdo cómo y porqué cambió mi vida. Un día, hace mucho tiempo, cayó en mis manos la famosa Desayuno con diamantes, no sé si estaba en plena ovulación, pero en aquel momento me fascinó una barbaridad, cambió mi modo de actuar e incluso podría decir, mi vida. En aquel momento yo, la antítesis de Audrey Hepburn, creí que era Holly Golightly tocando Moonriver para Paul Varjak

Me conquistó y hasta día de hoy si no la he visto mil quinientas veces no la he visto ninguna. Cuando digo que ocasionó un cambio en mí me refiero sobretodo a la manera de ver el cine, Desayuno con diamantes no era una película cualquiera, a partir de entonces mi intención era ver más películas de Blake Edwards, leer libros de Truman Capote, comprar la película original y verla hasta en Sueco con subtítulos en alemán. Y cómo no, recorrerme la filmografía de Audrey Hepburn enterita. Yo no quería verla al igual que un 90% de chicas en el universo, como una estampa en mi bolso o cómo un cuadro más en mi habitación. Hace muchos años que admiro a Audrey Hepburn, en primer lugar porque gracias a ella llegué a conocer y a disfrutar como una coneja de directores como Billy Wilder, Howard Howks, William Wyler, Stanley Donen o Alfred Hitchcock, y a partir de ellos, empezar a investigar el mundo del cine y a dedicarle un tiempo considerable en mi vida.

En segundo lugar, admiro a Audrey Hepburn porque me recuerda, en muchísimos aspectos (tanto físicamente como en su forma de ser y de actuar con el resto de seres vivos) a la mujer que más he admirado y admiraré en mi vida, a mi abuela Montse. El año pasado, en un pequeño pueblo de Suiza, Tolochenaz, fui a visitar la tumba de Audrey Hepburn y en cierto modo me sentí también delante de mi abuela, que aun que fue incinerada hará unos cuatro años, su bondad, sus ideales y su alegría siguen latentes en mí siempre; acentuándose aun más cuando veo actuar a la señorita Hepburn. Quizás por eso Desayuno con diamantes, a pesar de no ser mi predilecta ni mucho menos, es la más especial.