domingo

K-OSO

Hace relativamente poco que descubrí la serie Doctor en Alaska. Como deben saber aquellos que la hayan seguido, cada capítulo se convierte en un verdadero mundo que sin ofrecer grandes cosas, visual y artificialmente hablando, atrapa de un modo cotidiano y de lo más humilde al espectador. La trama en si, gira entorno al choque cultural que sufre el doctor neoyorquino Joel Fleishman al verse obligado a mudarse a la aldea alasqueña de Cicely. En cierto modo, me jugaría cualquier cosa a que incluso la persona más urbanita del mundo puede encontrar entrañables a los habitantes de Cicely y el modo de vida que el pequeño pueblo representa.



Hay algo que convierte la serie en algo más que una curiosa historia, algo que le da a Doctor en Alaska aquella pizca trascendental que consigue que algo se te quede gravado en la memoria, o que si más no, te emocione. Se trata de la emisora K-OSO, cuyo único locutor es Chris Stevens. Me atrevería a decir que junto a la tensión sexual no resuelta entre Joel y Maggie, el otro pilar fundamental que ayudó a Doctor en Alaska a convertirse en una serie de culto, fueron las profundas reflexiones de Chris.


Muchas series han intentado seguir el hilo, como ya he dicho, trascendental, de la emisora K-OSO, pero a mi parecer pocas llegan al nivel de reflexión y pura filosofía al que nos transporta Chris con sus aparentemente sencillos pensamientos. Debido a que hoy la cosa va de palabras, no hay nada que yo pueda decir mientras podáis escuchar algunos minutos de la K-OSO




miércoles

El príncipe Cascanueces


Hace un tiempo subí al terrado a buscar unos apuntes del año pasado y me detuve a echar un vistazo a las películas VHS con las que había pasado horas y horas de niña sentada en el sofá. Hubo una película que me llamó la atención, se trataba de "El príncipe Cascanueces" de 1990, una película de dibujos animados que adapta la obra de E.T.A. Hoffmann, “El Cascanueces y el rey de los ratones”. Al instante, como es natural, me entró nostalgia y al ver que no tenía nada mejor que hacer me senté a verla.


La historia del príncipe Cascanueces se esconde tras un sueño de Clara. Clara sueña que llega al mundo de los muñecos y que una vez allí conoce la famosa y preciosa historia del muñeco que le regalaron por navidades, un Cascanueces, así mismo deberá lidiar a los húsares en su enfrentamiento con el Rey de los ratones. La historia entre Clara y el Cascanueces es realmente tierna, empieza con el chasco de la protagonista al ver que por navidades tan solo recibe un viejo cascanueces de su tío mientras su hermano disfruta de regalos de la talla de espadas o caballos de plata. Sin embargo, cuando Clara descubre la historia de su Cascanueces, y no sólo eso si no que además la vive junto a él, su regalo se convierte en el más preciado.




Cuando una es pequeña a penas puede apreciarlo (ocurre lo mismo con películas Disney como por ejemplo “Fantasía”) pero ahora puedo ver que lo mejor de la película es la lógica banda sonora de Piotr Tchaikovsky. La danza del hada, el vals de las flores y sobretodo el Pas de Deux cuando Clara y el Cascanueces bailan, los muñecos dejan de ser de carne y huesos y Clara se ve sola ante el rey de los ratones. Recuerdo que esta escena me ponía el vello de punta y ahora que puedo volver a verla sé realmente que fue gracias a Tchaikovsky.


Últimamente estoy volviendo a ver escenas de aquellas películas que veía de pequeña (en su mayoría Disney) y muchísimas me sorprenden más de lo que podía imaginar; tanto a nivel de argumento, como de diálogo o estilo. Alicia en el país de las maravillas y su surrealismo extremo, Pocahontas y la colonización, Fantasía y la música clásica, los 101 dálmatas y la crítica al comercio con pieles etc. Son sólo algunas películas que estoy segura de que si mi generación las volviera a ver descubriría un nuevo mundo que no es ni mucho menos el que recordaba que era, un mundo con más sentido y coherencia o a veces con menos de la que parecía tener.





(La parte que comento arriba es hasta el minuto 03:10)